La tarde del 25 de abril de 1980, un Boeing 727 de la compañía británica Dan Air se estrelló en la montaña del Diablillo, en Tenerife, dejando un rastro de dolor y desolación. Este accidente, que se cobró la vida de 146 personas, ha quedado en la memoria de los canarios, aunque su recuerdo no ha sido tan prominente como el de otros desastres aéreos en la región. A pesar de que han pasado más de cuatro décadas, los ecos de aquella tragedia aún resuenan en la isla.
### Un día fatídico en la montaña del Diablillo
Domingo Salcedo y Narciso Pérez, dos pinocheros que regresaban a casa tras una jornada de trabajo en las laderas de la Corona Forestal, se encontraron con un olor a combustible que les intrigó. Sin saberlo, estaban a punto de ser testigos de uno de los accidentes aéreos más trágicos de la historia de Tenerife. A medida que descendían hacia La Esperanza, decidieron detenerse en el bar de Las Raíces, donde escucharon rumores sobre un avión desaparecido. Fue entonces cuando comenzaron a conectar las piezas del rompecabezas, recordando el olor que habían percibido anteriormente.
El vuelo 1008 había despegado de Manchester a las 9:22 horas, llevando a turistas que buscaban disfrutar del sol canario. Sin embargo, al aproximarse al aeropuerto de Los Rodeos, el avión se encontró con problemas de comunicación y condiciones climáticas adversas. A las 13:21 horas, el Boeing 727 impactó contra la montaña del Diablillo, en un lugar remoto y de difícil acceso. La tragedia dejó a Domingo y Narciso con la inquietante sensación de que algo terrible había ocurrido.
### La búsqueda y el descubrimiento de los restos
A medida que la tarde avanzaba, Domingo y sus amigos decidieron investigar el área, impulsados por la curiosidad y el deseo de ayudar. Con el olor a queroseno guiándolos, se adentraron en una pista forestal, donde pronto se encontraron con la devastación. Los restos del avión estaban esparcidos por el terreno, y lo que inicialmente parecía ser una búsqueda de un accidente se convirtió en un macabro descubrimiento de cuerpos y pertenencias.
Domingo recuerda vívidamente el horror de encontrar los cuerpos de las víctimas. A medida que avanzaban, se toparon con un hombre de gran estatura y un niño, ambos sin vida. La escena era dantesca: ropa, restos humanos y fragmentos del avión estaban regados por toda la ladera. La tragedia no solo afectó a las víctimas, sino que dejó una huella imborrable en quienes se encontraron con el desastre.
La falta de tecnología en aquel entonces complicó la búsqueda. Sin teléfonos móviles ni acceso a internet, la comunicación era limitada. La búsqueda del avión se había retrasado, y cuando finalmente se dio la alarma, ya era demasiado tarde. La falta de un sistema de radar adecuado en el aeropuerto de Los Rodeos contribuyó a la confusión que rodeó el accidente. El controlador aéreo había dado instrucciones erróneas, y el piloto, confundido, tomó un rumbo equivocado que lo llevó a la tragedia.
### Un legado de memoria y reflexión
A pesar de que el accidente del vuelo Dan Air 1008 no ha recibido la misma atención mediática que otros desastres aéreos, su impacto en la comunidad de Tenerife es profundo. Cada 25 de abril, algunos recuerdan a las víctimas, pero el aniversario ha pasado en gran medida desapercibido. En contraste, el accidente de 1977 en Los Rodeos, que dejó 583 muertos, es conmemorado con gran repercusión.
Domingo Salcedo, ahora un hombre de 68 años, sigue viviendo en La Esperanza y recuerda aquel día con claridad. La tragedia del Diablillo ha marcado su vida, y aunque ha dejado atrás su vida en el monte, el recuerdo de los eventos de 1980 permanece vivo en su memoria. La historia del vuelo 1008 es un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la importancia de la seguridad en la aviación.
En la actualidad, un memorial en el sur de Manchester honra a las 146 víctimas del accidente, mientras que en Tenerife, una placa en la iglesia anglicana de Taoro recuerda a aquellos que perdieron la vida. A pesar del paso del tiempo, los restos del avión y la memoria de la tragedia siguen presentes en la montaña del Diablillo, un lugar que guarda secretos y recuerdos de un día fatídico en la historia de la aviación.