Grecia se encuentra en medio de una jornada de huelga general que se extiende por 24 horas, convocada por los principales sindicatos del país, GSEE y ADEDY. Esta movilización abarca tanto los sectores públicos como privados y tiene como objetivo exigir aumentos salariales, medidas para mitigar el creciente coste de vida y la recuperación de los derechos de negociación colectiva. La huelga ha tenido un impacto significativo en los servicios del país, incluyendo la participación de controladores aéreos y marítimos, lo que ha afectado las comunicaciones por aire y mar.
La actual huelga es la tercera en menos de cuatro meses, lo que refleja la creciente frustración de los trabajadores griegos ante la situación económica. La crisis financiera que afectó a Grecia entre 2009 y 2018 dejó profundas cicatrices en la economía del país, resultando en recortes de salarios y pensiones a cambio de rescates internacionales que sumaron aproximadamente 290.000 millones de euros. A pesar de que desde 2019 el Gobierno griego ha incrementado el salario mínimo en un 35%, alcanzando los 880 euros, muchos hogares aún enfrentan dificultades para cubrir sus necesidades básicas debido al aumento de precios en alimentos, electricidad y vivienda.
Los sindicatos han denunciado que, a pesar de los aumentos salariales, el poder adquisitivo de los trabajadores ha disminuido. Según el sindicato GSEE, que representa a más de dos millones de trabajadores del sector privado, los hogares están comprando un 10% menos de bienes en comparación con 2019. Esta situación se ve reflejada en los datos de Eurostat, que indican que el salario mínimo griego se encuentra entre los más bajos de la Unión Europea en términos de poder adquisitivo.
El Ministerio de Trabajo de Grecia ha informado que el salario bruto medio sigue siendo un 10% inferior al de 2010, año en que se acordó el primer rescate. A pesar de las promesas del Gobierno de elevar el salario mínimo a 950 euros para 2027, la inflación y el aumento de precios continúan erosionando el poder adquisitivo de los ciudadanos. Un representante del Sindicato de Marinos ha expresado que «la brecha sigue creciendo debido al aumento de precios y la inflación que afecta a la energía y los medicamentos».
Las protestas en Grecia son un reflejo de un descontento más amplio que se ha ido acumulando a lo largo de los años. La austeridad impuesta por los acreedores internacionales ha dejado a muchos griegos sintiéndose atrapados en un ciclo de pobreza y precariedad. La jornada de huelga general no solo es un llamado a la acción, sino también una manifestación de la lucha por la dignidad y los derechos laborales en un contexto económico adverso.
A medida que las protestas continúan, se espera que el Gobierno griego enfrente una presión creciente para abordar las demandas de los trabajadores y encontrar soluciones efectivas que mejoren la calidad de vida de sus ciudadanos. La situación en Grecia es un recordatorio de que, a pesar de los avances en ciertos aspectos económicos, la lucha por la justicia social y la equidad salarial sigue siendo una prioridad para muchos.