En un contexto de creciente incertidumbre económica, los grandes fondos de inversión han comenzado a mover su capital desde Estados Unidos hacia Europa. Este cambio de dirección se ha intensificado en las últimas semanas, impulsado por la preocupación sobre la economía estadounidense y la búsqueda de oportunidades más atractivas en el Viejo Continente.
La euforia que había caracterizado a Wall Street durante el año anterior, especialmente tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, ha comenzado a desvanecerse. En 2024, los mercados estadounidenses alcanzaron máximos históricos, impulsados por la promesa de desregulación y un entorno favorable para las empresas tecnológicas. Sin embargo, la reciente escalada en las tensiones comerciales y el retorno a políticas proteccionistas han generado desconfianza entre los inversores.
El denominado ‘Día de la Liberación’, un evento que marcó un punto álgido en la guerra arancelaria, ha sido un catalizador para esta rotación de capitales. Los analistas han señalado que la inflación persistente y las perspectivas económicas poco alentadoras en EE.UU. están afectando la confianza de los inversores. Como resultado, el índice Nasdaq, que incluye a muchas de las principales empresas tecnológicas, ha sufrido una caída significativa, acumulando un descenso cercano al 12% en el primer trimestre de 2025.
A pesar de que las bolsas europeas también han sentido el impacto de la volatilidad, gran parte del capital que ha salido de EE.UU. ha encontrado refugio en Europa. Los estímulos económicos anunciados en Alemania, que incluyen un aumento en la inversión en defensa e infraestructuras, han sido bien recibidos por los inversores. Ana Botín, presidenta del Banco Santander, destacó el renovado interés de los inversores institucionales en el mercado europeo, algo que no se veía desde hace tiempo.
Las cifras hablan por sí solas. Según datos de Morningstar, entre el 14 de febrero y el 14 de marzo, los inversores europeos retiraron 2.852 millones de euros de fondos cotizados (ETFs) en EE.UU., mientras que 14.614 millones de euros fluyeron hacia Europa. Este cambio es notable si se considera que durante todo 2024, las inversiones en Europa apenas alcanzaron los 11.910 millones de euros, en comparación con los 99.900 millones que se destinaron a EE.UU.
Los analistas de Bankinter advierten que el giro geoestratégico en EE.UU. podría hacer que su ciclo económico se vuelva vulnerable, lo que a su vez afectaría las perspectivas de inflación, crecimiento y resultados corporativos. Esta situación ha llevado a muchos a ser cautelosos, recordando que no es la primera vez que Wall Street enfrenta dificultades que eventualmente repercuten en Europa.
La volatilidad en los mercados es probable que persista, y los analistas sugieren que los inversores deben proceder con precaución. Philipp Lienhardt, analista de Julius Baer, señala que la incertidumbre política en EE.UU. podría prolongarse, afectando el consumo privado y la inversión empresarial. Si el impacto de las políticas actuales resulta ser más severo de lo anticipado, esto podría repercutir negativamente en los beneficios de las empresas cotizadas, lo que a su vez afectaría las valoraciones del mercado.
En este contexto, las compañías vinculadas a la defensa y la ciberseguridad, así como aquellas en el sector de infraestructuras, se están posicionando como opciones atractivas para los inversores. Estas empresas no solo ofrecen un potencial de crecimiento, sino que también suelen proporcionar dividendos elevados, lo que las convierte en una opción interesante en tiempos de incertidumbre económica.
El panorama actual presenta un desafío para los inversores, quienes deben navegar en un entorno marcado por la volatilidad y la incertidumbre. La tendencia de mover capital hacia Europa podría ser un indicativo de un cambio más amplio en la percepción de los mercados globales, donde la búsqueda de estabilidad y oportunidades de crecimiento se vuelve primordial.