En los últimos años, el narcotráfico en Estados Unidos ha experimentado una transformación significativa que ha desafiado las percepciones tradicionales sobre la delincuencia organizada. El nuevo libro de Jesús Esquivel, titulado ‘Los cárteles gringos’, aborda esta compleja realidad, revelando cómo las pandillas y grupos criminales estadounidenses han evolucionado hasta convertirse en cárteles que operan de manera independiente, especialmente en el contexto del auge del fentanilo. Este fenómeno no solo ha cambiado la dinámica del narcotráfico, sino que también ha puesto de relieve la complicidad y el silencio de las autoridades estadounidenses sobre la participación de sus propios ciudadanos en este negocio ilícito.
La narrativa de Esquivel se desarrolla en Monterrey, México, un lugar que, aunque está a solo dos horas de la frontera texana, ofrece una perspectiva única sobre el narcotráfico que trasciende las fronteras. A medida que el autor explora la interconexión entre los cárteles mexicanos y los grupos criminales estadounidenses, se hace evidente que la guerra contra las drogas ha sido, en gran medida, una guerra de narrativas. Mientras que las autoridades estadounidenses han mantenido un enfoque en culpar a los narcotraficantes latinoamericanos, la realidad es que los cárteles estadounidenses han tomado un papel protagónico en la distribución y venta de drogas, especialmente del fentanilo.
### La Metamorfosis de los Cárteles: De la Dependencia a la Independencia
Uno de los puntos más destacados en el análisis de Esquivel es la evolución de los narcotraficantes estadounidenses, quienes han pasado de ser meros distribuidores de los cárteles mexicanos a convertirse en entidades autónomas. Este cambio se ha visto impulsado por la creciente demanda de fentanilo en Estados Unidos, un opioide sintético que ha causado una crisis de sobredosis sin precedentes. Según las estimaciones, alrededor de 600 personas mueren diariamente en EE.UU. debido a sobredosis relacionadas con el fentanilo, lo que ha llevado a las autoridades a tomar medidas drásticas contra la producción y distribución de este narcótico.
La respuesta inicial de las autoridades estadounidenses fue atacar a las grandes farmacéuticas que habían contribuido a la epidemia de adicción a los opioides. Sin embargo, esta estrategia tuvo consecuencias inesperadas. La prohibición de ciertos analgésicos llevó a los narcotraficantes a buscar nuevas fuentes de ingresos, lo que, a su vez, permitió a los cárteles mexicanos establecer laboratorios clandestinos para producir fentanilo utilizando precursores químicos provenientes de China. Este ciclo de demanda y oferta ha permitido que los narcotraficantes estadounidenses se conviertan en actores clave en el negocio del fentanilo, gestionando la logística y el blanqueo de dinero, lo que ha transformado el narcotráfico en un modelo de negocio más capitalista y organizado.
Esquivel destaca que, a pesar de la violencia que caracteriza el narcotráfico en México, la situación en EE.UU. es diferente. Aunque hay conflictos entre las distintas franquicias de narcotraficantes en el país, estos no alcanzan el nivel de violencia observado en México o Colombia. Esto se debe, en parte, a que los cárteles estadounidenses han adoptado un enfoque más empresarial, evitando la violencia abierta que podría atraer la atención de las autoridades y poner en peligro sus operaciones.
### La Negación de la Realidad: La Resistencia de las Autoridades a Reconocer el Problema
A pesar de la evidencia que apunta a la creciente participación de los narcotraficantes estadounidenses en el tráfico de drogas, las autoridades continúan aferrándose a la narrativa de que el problema radica principalmente en los cárteles mexicanos. Esta negación se ve reflejada en la respuesta de la DEA cuando Esquivel solicitó información sobre los cárteles estadounidenses, recibiendo como respuesta un escueto ‘No sabemos de qué habla usted’. Esta falta de reconocimiento no solo perpetúa estereotipos dañinos, sino que también dificulta la implementación de políticas efectivas para abordar la crisis de las drogas en el país.
La administración Biden, al desmantelar la Iniciativa de Cárteles Domésticos, ha optado por no confrontar la realidad de que los narcotraficantes estadounidenses están operando de manera independiente. Esta decisión política puede estar motivada por el deseo de evitar una confrontación directa con la complejidad del problema, prefiriendo en su lugar culpar a los narcotraficantes extranjeros. Sin embargo, esta estrategia no solo es engañosa, sino que también puede tener consecuencias devastadoras para la salud pública y la seguridad en Estados Unidos.
La narrativa de que los narcotraficantes son exclusivamente latinos ha sido desafiada por las últimas redadas policiales, que han revelado la diversidad de los grupos involucrados en el narcotráfico. La detención de miembros de alto rango del cártel de Sinaloa, que no encajan en el estereotipo de ‘narcos mexicanos’, pone de manifiesto que el problema es mucho más complejo de lo que se ha admitido. La realidad es que el narcotráfico en EE.UU. es un fenómeno multifacético que involucra a una variedad de grupos, incluidos pandillas de origen latino y afroamericano, así como clubes de motociclistas como los Hells Angels, que han encontrado en el narcotráfico una forma de expandir sus operaciones criminales.
La evolución del narcotráfico en Estados Unidos es un recordatorio de que la lucha contra las drogas no puede limitarse a una narrativa simplista que culpe a un solo grupo. La interconexión entre los cárteles mexicanos y los narcotraficantes estadounidenses es un fenómeno que requiere un enfoque más matizado y una comprensión profunda de las dinámicas del crimen organizado. A medida que la crisis del fentanilo continúa afectando a comunidades en todo el país, es crucial que las autoridades reconozcan la realidad del narcotráfico y trabajen para desarrollar estrategias efectivas que aborden tanto la oferta como la demanda de drogas en el país.
