La crisis provocada por la pandemia de COVID-19 llevó a muchos países a implementar medidas extraordinarias para proteger el empleo y la economía. En España, uno de los mecanismos más destacados fue el Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), que permitió a más de cuatro millones de trabajadores mantener su empleo y a medio millón de empresas sobrevivir a la crisis. Sin embargo, un reciente informe del Tribunal de Cuentas ha puesto en tela de juicio la gestión de estas ayudas, revelando que más del 40% de los ERTE concedidos están bajo sospecha de fraude.
### Deficiencias en la gestión de los ERTE
El Tribunal de Cuentas ha señalado que existen «deficiencias» significativas en la concesión y gestión de los ERTE. En su informe, se destaca que se han encontrado indicios de irregularidades en la mitad de las empresas que solicitaron estas ayudas, lo que podría afectar a aproximadamente 1,7 millones de trabajadores. Esta situación ha generado preocupación en el Gobierno, especialmente para la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y el actual gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, quienes fueron responsables de la gestión de estas ayudas.
Durante la pandemia, el Estado desembolsó más de 26.200 millones de euros para financiar los ERTE, de los cuales 18.272 millones fueron destinados al pago de prestaciones por desempleo y 7.964 millones a exenciones de cuotas para las empresas. Sin embargo, el informe del Tribunal de Cuentas revela que la falta de un procedimiento adecuado y la presión por conceder ayudas de manera rápida llevaron a una serie de irregularidades en el proceso.
Uno de los problemas más destacados es la falta de una aplicación informática específica que permitiera un seguimiento adecuado de los expedientes. Esto resultó en la emisión de resoluciones contradictorias y duplicadas, lo que complicó aún más la situación. Además, la falta de coordinación entre las autoridades laborales impidió un control efectivo sobre los ERTE, lo que llevó a autorizaciones por parte de órganos no competentes.
### Consecuencias y recomendaciones
El informe también señala que el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal) no siempre tuvo acceso a la información necesaria para verificar la existencia de fuerza mayor, un requisito fundamental para la concesión de las ayudas. Como resultado, se detectaron 10.896 beneficiarios de prestaciones por un total de 25,4 millones de euros cuya inactividad no fue comunicada a la Tesorería General de la Seguridad Social por parte de las empresas.
Ante esta situación, el Tribunal de Cuentas ha recomendado la implementación de un procedimiento informatizado para la tramitación de los ERTE y la creación de un protocolo de intercambio de información entre las distintas autoridades laborales. Estas medidas son esenciales para evitar que situaciones similares se repitan en el futuro y para garantizar que las ayudas lleguen a quienes realmente las necesitan.
A pesar de que los ERTE lograron evitar la destrucción masiva de empleo en sus inicios, los efectos de estas medidas han comenzado a diluirse. A fecha de mayo de 2024, aún había 411.310 empresas que se mantenían inactivas bajo el régimen de ERTE, y solo el 62,21% de los trabajadores había regresado a sus puestos de trabajo. Esto indica que casi el 40% de los empleados que se beneficiaron de estas ayudas no han vuelto a su actividad laboral habitual.
El informe del Tribunal de Cuentas no solo pone de manifiesto las deficiencias en la gestión de los ERTE, sino que también plantea importantes interrogantes sobre la eficacia de las medidas adoptadas para proteger el empleo durante la pandemia. La necesidad de una revisión exhaustiva de los procedimientos y la implementación de un sistema más robusto y transparente son cruciales para restaurar la confianza en las políticas de empleo del Gobierno.
En resumen, la situación actual de los ERTE y las irregularidades detectadas por el Tribunal de Cuentas subrayan la importancia de una gestión adecuada y transparente de las ayudas públicas. La implementación de las recomendaciones del informe será fundamental para garantizar que se eviten futuros fraudes y que las ayudas lleguen a quienes realmente las necesitan, asegurando así la protección del empleo en situaciones de crisis.