La fiscal general de Estados Unidos, Pam Bondi, ha anunciado una recompensa de 50 millones de dólares por información que conduzca al arresto del presidente venezolano Nicolás Maduro. Esta decisión se produce en un contexto de tensiones políticas y acusaciones de narcotráfico y terrorismo que han marcado la relación entre ambos países en los últimos años. La recompensa, que duplica la cantidad ofrecida anteriormente, refleja la postura firme de la administración estadounidense hacia el gobierno venezolano, al que considera una amenaza para la seguridad nacional.
Desde 2020, cuando se presentaron las primeras acusaciones contra Maduro, la administración estadounidense ha intensificado sus esfuerzos para desmantelar lo que considera un régimen corrupto y violador de derechos humanos. En un video compartido en redes sociales, Bondi describió la recompensa como «histórica» y calificó a Maduro como uno de los mayores narcotraficantes del mundo. Según la fiscal, Maduro ha estado utilizando organizaciones terroristas extranjeras, como el Cartel de Sinaloa, para introducir drogas en Estados Unidos, lo que ha contribuido a la violencia y el tráfico de sustancias ilegales en el país.
La fiscal general también reveló que la Administración de Control de Drogas (DEA) ha incautado 30 toneladas de cocaína vinculadas a Maduro y sus socios, con casi siete toneladas directamente relacionadas con el mandatario. Esta cantidad representa una fuente significativa de ingresos para los carteles de droga que operan en Venezuela y México. Además, se informó que el Departamento de Justicia ha confiscado más de 700 millones de dólares en activos asociados con Maduro, así como dos aviones privados y nueve vehículos.
La respuesta del gobierno venezolano no se hizo esperar. El canciller Yvan Gil calificó la recompensa de «patética» y rechazó lo que consideró una operación de propaganda política. Gil argumentó que mientras su gobierno trabaja para desmantelar complots terroristas, la fiscal estadounidense está utilizando este anuncio para complacer a la ultraderecha venezolana, a la que considera derrotada. Esta retórica refleja la profunda desconfianza y el antagonismo que caracteriza las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos.
A lo largo de los años, Estados Unidos ha mantenido una postura crítica hacia el gobierno de Maduro, al que considera ilegítimo. En enero de 2025, el gobierno de Joe Biden ya había denunciado la investidura de Maduro como una «farsa» y había impuesto nuevas sanciones a Caracas. La administración estadounidense ha argumentado que Maduro no tiene derecho a reclamar la presidencia tras las elecciones de 2024, que consideran fraudulentas. Estas acusaciones han sido respaldadas por altos funcionarios estadounidenses, quienes han reiterado que Maduro ha estrangulado la democracia en Venezuela desde su llegada al poder.
La presión sobre Maduro ha aumentado desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. La administración actual ha endurecido el embargo petrolero y ha anunciado la imposición de aranceles adicionales a los países que compren petróleo venezolano. Esta estrategia busca asfixiar económicamente al régimen de Maduro y debilitar su capacidad de mantenerse en el poder. Sin embargo, el gobierno venezolano ha denunciado repetidamente la injerencia estadounidense en sus asuntos internos, acusando a Washington de instigar la desestabilización del país.
En medio de estas tensiones, el ministro del Interior de Venezuela afirmó que los servicios de seguridad habían frustrado un atentado con bomba en Caracas, acusando a la oposición y a Estados Unidos de ser los instigadores. Este tipo de declaraciones son comunes en el discurso oficial venezolano, que a menudo presenta a la oposición y a Estados Unidos como responsables de los problemas internos del país. Las autoridades venezolanas han denunciado periódicamente complots, tanto reales como imaginarios, que buscan desestabilizar el gobierno de Maduro.
La situación en Venezuela sigue siendo compleja y volátil, con un gobierno que enfrenta crecientes presiones internas y externas. La recompensa de 50 millones de dólares por la captura de Maduro es solo un capítulo más en una larga historia de tensiones entre Estados Unidos y Venezuela, que ha visto cómo la política internacional se entrelaza con la crisis humanitaria y económica que atraviesa el país sudamericano. A medida que las relaciones continúan deteriorándose, el futuro de Venezuela y su liderazgo se mantiene incierto, con la comunidad internacional observando de cerca los desarrollos en esta región clave de América Latina.