La reciente aprobación por parte del Gobierno de la declaración de «zonas afectadas gravemente por una emergencia de protección civil» ha generado un gran impacto en las comunidades que han sufrido los devastadores efectos de los incendios y las lluvias torrenciales durante el verano. Esta medida no solo representa un reconocimiento del daño causado, sino que también activa un conjunto de ayudas destinadas a particulares, empresas y administraciones locales que se han visto gravemente afectadas. El periodo comprendido entre el 23 de junio y el 25 de agosto ha sido particularmente crítico, con un total de 113 grandes incendios, de los cuales 15 aún se encuentran activos, y cinco episodios de lluvias torrenciales que han afectado a 16 comunidades autónomas, dejando a Euskadi como la única excepción. Este panorama alarmante sugiere que el riesgo de desastres naturales es más estructural que puntual, lo que ha llevado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a instar a partidos políticos, a la sociedad civil y a la comunidad científica a trabajar en un pacto de Estado contra la emergencia climática. La idea es establecer procedimientos estables que permitan enfrentar estos desafíos de manera más efectiva en el futuro.
La activación del dispositivo de ayudas se realiza a través del esquema de compensaciones establecido en el Real Decreto 307/2005. Este marco permite a los afectados solicitar ayudas en casos de fallecimiento, incapacidad permanente o destrucción total de la vivienda habitual. Además, se incluyen exenciones fiscales que abarcan el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) y el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) en relación con las ayudas personales. Sin embargo, el Gobierno ha reconocido que las cuantías de estas ayudas, fijadas en 2005, están desfasadas. Por ejemplo, se prevén 15.200 euros por fallecimiento o incapacidad y 18.000 euros por la destrucción de una vivienda. Ante situaciones recientes, como la dana en Valencia o la erupción del volcán de La Palma, se han implementado planes específicos que han elevado significativamente las compensaciones, alcanzando hasta 72.000 euros en casos de incapacidad y 60.000 euros para la reparación de viviendas. Esta experiencia ha llevado al Gobierno a considerar la necesidad de actualizar el marco general de ayudas y establecer un instrumento estable que responda a los nuevos riesgos que, lamentablemente, parecen ser cada vez más frecuentes y severos.
En este contexto, el Ejecutivo también ha rechazado la propuesta de Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición, de crear un registro nacional de pirómanos. El Gobierno argumenta que las cifras oficiales indican que estos no son responsables de la mayoría de los incendios. Sin embargo, se ha mostrado dispuesto a estudiar el resto de las 50 medidas propuestas por el Partido Popular. La expectativa es que la principal fuerza de la oposición actúe con responsabilidad mínima y participe en la redacción del borrador del pacto de Estado. Desde Moncloa, se confía en que Feijóo pueda liberarse de la influencia del negacionismo climático de Vox, que, según el Gobierno, ha condicionado las posturas del PP por motivos electorales difíciles de justificar ante la magnitud de la emergencia climática.
Por otro lado, el Gobierno ha manifestado su intención de avanzar en la presentación de los presupuestos generales del Estado, aunque ha pedido tiempo para negociar los apoyos que no se lograron en los años anteriores. La ministra portavoz, Pilar Alegría, ha subrayado que la capacidad de diálogo no faltará, pero que el proceso debe llevarse a cabo «partido a partido». Este enfoque sugiere que el Ejecutivo está dispuesto a trabajar en colaboración con otras fuerzas políticas para lograr un consenso que permita abordar los desafíos económicos y sociales que enfrenta el país, especialmente en un contexto marcado por la crisis climática y los desastres naturales.
La situación actual pone de manifiesto la necesidad urgente de un enfoque coordinado y efectivo para enfrentar los desastres naturales y sus consecuencias. La activación de ayudas es un primer paso, pero la actualización de los marcos normativos y la colaboración entre diferentes actores políticos y sociales serán fundamentales para construir un futuro más resiliente ante el cambio climático. La experiencia de los últimos meses ha dejado claro que la emergencia climática no es un fenómeno aislado, sino una realidad que exige respuestas rápidas y efectivas por parte de las instituciones y la sociedad en su conjunto.