La reciente discusión sobre el uso del velo islámico en espacios públicos ha reavivado un debate que ha estado presente en la política española durante más de una década. La postura de Junts, que se ha manifestado en contra del uso de esta prenda, ha puesto de relieve la capacidad de la ultraderecha para influir en la agenda política, así como la complejidad de la cuestión en términos de derechos y libertades. Este artículo explora los antecedentes y las implicaciones de esta controversia, así como las diferentes perspectivas que la rodean.
La historia de la regulación del velo islámico en España se remonta a 2010, cuando el Ayuntamiento de Lleida, bajo la dirección del entonces alcalde socialista Àngel Ros, aprobó una ordenanza que prohibía el uso del velo en edificios municipales. Esta medida fue impulsada por la creciente población musulmana en la ciudad, que en ese momento representaba el 9% de la población, superando la media nacional del 5%. La justificación principal para esta prohibición fue la defensa de la igualdad de género, aunque también se invocaron razones de seguridad. Sin embargo, esta ordenanza fue posteriormente cuestionada por el Tribunal Supremo, que determinó que solo una norma con rango de ley podría limitar un derecho que afecta a libertades fundamentales.
La sentencia del Supremo, que se pronunció en 2013, argumentó que el uso del velo no perturba la tranquilidad ciudadana ni la seguridad pública, y criticó la suposición de que las mujeres que lo usan lo hacen bajo coacción. Esta decisión generó un debate en el seno del feminismo, donde algunas voces se manifestaron en contra de la sentencia, argumentando que el velo y el burka atentan contra la dignidad de las mujeres. Para estas feministas, la libertad religiosa no puede prevalecer sobre otros derechos fundamentales, como la igualdad de género.
A lo largo de los años, la cuestión del velo ha sido utilizada por diferentes partidos políticos para posicionarse en el espectro ideológico. En 2008, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero intentó reformar la ley de libertad religiosa de 1980 para incluir conceptos como «laicidad» y «neutralidad» del Estado, buscando eliminar la simbología religiosa de los espacios públicos. Sin embargo, esta propuesta fue rechazada tanto por la Iglesia como por el Partido Popular, y finalmente quedó en el olvido.
En el contexto europeo, solo unos pocos países han implementado regulaciones sobre el uso del velo. Francia, por ejemplo, prohibió en 2004 cualquier símbolo religioso en las escuelas públicas y, en 2010, extendió esta prohibición a cubrirse el rostro en espacios públicos, argumentando motivos de seguridad y preservación de la convivencia. Esta postura ha sido respaldada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha avalado la idea de que la convivencia social puede justificar ciertas restricciones a la libertad religiosa.
En la actualidad, el debate sobre el velo islámico en España se ha intensificado, especialmente con la aparición de partidos de extrema derecha que han utilizado esta cuestión para promover discursos islamófobos y crear una narrativa de amenaza cultural. La reciente iniciativa de Aliança Catalana en el Parlament ha llevado a Junts a posicionarse también en contra del velo, aunque han intentado evitar un discurso abiertamente discriminatorio. Esta situación ha generado preocupación entre los alcaldes de Junts, quienes temen el avance de la extrema derecha en regiones como Lleida y Girona.
La postura de Junts refleja una estrategia política más amplia, donde la formación busca no eludir temas controvertidos para no perder apoyo ante el avance de la ultraderecha. Sin embargo, su intento de abordar la cuestión del velo a través de la delegación de competencias en inmigración ha sido criticado por carecer de viabilidad legal, dado que podría interpretarse como una forma de discriminación por origen.
El debate sobre el velo islámico no solo se limita a cuestiones de género y religión, sino que también toca aspectos fundamentales de la convivencia en una sociedad multicultural. La falta de una regulación clara a nivel estatal o autonómico ha dejado un vacío que ha sido aprovechado por diferentes actores políticos para posicionarse en un tema que sigue siendo altamente polarizador. En este contexto, la discusión sobre el velo islámico se convierte en un reflejo de las tensiones más amplias en la sociedad española, donde la búsqueda de la igualdad de género y la defensa de la libertad religiosa se enfrentan en un escenario cada vez más complejo.