En los últimos años, la política en Cataluña ha experimentado un cambio significativo, marcado por el ascenso de partidos de ultraderecha como Aliança Catalana y Vox. Una reciente encuesta ha revelado que Aliança Catalana podría pasar de tener solo dos escaños a diecinueve, mientras que Vox podría aumentar su representación de once a dieciséis escaños. Este fenómeno no es exclusivo de Cataluña, sino que refleja una tendencia más amplia observada en varios países de la Unión Europea, donde partidos euroescépticos y xenófobos han ganado terreno y, en algunos casos, han llegado al poder.
La historia de Vox en España comenzó a tomar forma tras las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, donde el partido logró captar la atención del electorado. Sin embargo, su consolidación como la tercera fuerza política en las elecciones generales de noviembre de 2019 no se debió únicamente a su retórica antiinmigración o a su oposición al aborto. En realidad, Vox ganó notoriedad a través de su participación activa en el proceso judicial relacionado con el referéndum independentista catalán, lo que les permitió obtener una visibilidad mediática considerable. Este enfoque les permitió posicionarse como defensores de la unidad nacional, lo que resonó con un sector de la población que se sentía amenazado por el separatismo.
Por otro lado, Aliança Catalana, que emergió de una candidatura local liderada por Sílvia Orriols en 2019, ha sabido capitalizar el descontento de los ciudadanos de Ripoll tras los atentados terroristas perpetrados por jóvenes de origen marroquí. La gestión de la situación tras los atentados, donde se percibió una mayor solidaridad hacia las familias de los terroristas que hacia las víctimas, fue un punto de inflexión que permitió a Orriols ganar notoriedad. La decisión de Junts de ceder la alcaldía a Aliança Catalana fue un error estratégico que les otorgó una plataforma para amplificar su mensaje en el Parlament.
El contexto actual en Cataluña, marcado por la incertidumbre tras el proceso independentista, ha creado un caldo de cultivo para el crecimiento de partidos como Aliança Catalana. Este partido ha comenzado a atraer a votantes descontentos con la gestión de Junts, ERC y la CUP, presentándose como una alternativa que critica la supuesta cobardía de los líderes independentistas. La retórica de Aliança se centra en el miedo a la inmigración, un tema que, aunque polémico, sigue siendo relevante en la agenda política, especialmente en un momento en que la natalidad en España está en declive.
A medida que la ultraderecha gana terreno, también se observa un fenómeno interesante: la forma en que estos partidos han logrado conectar con los jóvenes. Muchos de ellos sienten que los discursos de género promovidos por la izquierda los criminalizan injustamente. La percepción de que ciertos debates sobre la violencia de género y la identidad de género son censurados ha llevado a algunos jóvenes a buscar refugio en las propuestas de la ultraderecha, que se presentan como defensores de la libertad de expresión.
Recientemente, el corresponsal de guerra y escritor David Rieff abordó este tema en una entrevista, donde argumentó que el ‘wokismo’ representa una guerra contra la cultura europea. Rieff, junto a varias mujeres de origen marroquí que han crecido en Cataluña, ha expresado su preocupación por cómo la izquierda ha fallado en abordar las realidades que enfrentan las hijas de inmigrantes musulmanes. Estas mujeres a menudo se encuentran atrapadas entre dos mundos, enfrentando la presión de su entorno cultural y la falta de apoyo de la izquierda, que parece más interesada en promover una agenda inclusiva que en abordar las complejidades de su situación.
La autocensura que se ha impuesto en el discurso público ha permitido que la ultraderecha se alimente de la frustración y el descontento de aquellos que se sienten silenciados. La incapacidad de la política tradicional para abordar temas sensibles ha creado un vacío que partidos como Vox y Aliança Catalana están dispuestos a llenar. Este fenómeno no solo se limita a la inmigración, sino que también abarca una variedad de cuestiones sociales que han sido objeto de debate en los últimos años.
En este contexto, el ascenso de la ultraderecha en Cataluña plantea preguntas importantes sobre el futuro del debate político en la región. A medida que estos partidos continúan ganando apoyo, es crucial que se abran espacios para discutir abiertamente las preocupaciones de todos los sectores de la sociedad, sin temor a la censura o la cancelación. La política debe ser un espacio donde se puedan expresar diferentes puntos de vista y donde se puedan abordar los problemas de manera constructiva, en lugar de dejar que la polarización y el miedo dominen la conversación.