La situación en los aeropuertos de Estados Unidos se ha vuelto crítica debido al cierre prolongado del Gobierno federal, que ya lleva 39 días. Este evento ha desencadenado una serie de cancelaciones y retrasos en los vuelos que han afectado a miles de pasajeros en todo el país. La escasez de controladores aéreos, que son esenciales para la operación segura de los vuelos, ha sido la principal causa de esta crisis, generando un efecto dominó en el tráfico aéreo.
**El Aumento de Cancelaciones y Retrasos**
Desde el inicio del cierre del Gobierno, los aeropuertos han experimentado un aumento alarmante en el número de vuelos cancelados y retrasados. Según datos de seguimiento de vuelos, más de 1.500 vuelos fueron cancelados en un solo día, y miles más sufrieron retrasos significativos. Los aeropuertos más afectados incluyen el Hartsfield-Jackson de Atlanta, Newark en Nueva Jersey, y el John F. Kennedy de Nueva York, donde los pasajeros han tenido que lidiar con tiempos de espera prolongados y cambios inesperados en sus itinerarios.
Las aerolíneas más impactadas por esta crisis son American Airlines, Southwest, United, Delta y JetBlue. Estas compañías han tenido que enfrentar la difícil tarea de reprogramar vuelos y gestionar la frustración de los pasajeros que se ven atrapados en esta situación. En el aeropuerto JFK, por ejemplo, los vuelos que llegan están experimentando un retraso promedio de más de dos horas y media, mientras que las salidas también se están viendo afectadas, con demoras de aproximadamente 100 minutos. En Newark, la situación es aún más grave, con retrasos que superan las cuatro horas en algunos casos.
**La Escasez de Controladores Aéreos**
La raíz del problema radica en la falta de controladores aéreos, que son responsables de garantizar la seguridad y eficiencia del tráfico aéreo. Aunque estos trabajadores son considerados esenciales y están obligados a presentarse a trabajar incluso sin recibir salario, alrededor de 2.000 controladores han optado por no presentarse, citando diversas razones. Esta escasez ha llevado a la Administración Federal de Aviación (FAA) a implementar paradas temporales en las operaciones en tierra en algunos de los aeropuertos más congestionados, como Chicago y JFK.
El Departamento de Transportes ha tomado medidas drásticas para mitigar la crisis, ordenando una reducción del tráfico aéreo de hasta un 10%. Sin embargo, si la situación no mejora, se prevé que esta reducción podría aumentar hasta un 20% en la próxima semana. Esta decisión refleja la gravedad de la situación y la necesidad urgente de encontrar una solución para evitar un colapso total del sistema aéreo.
El secretario de Transportes, Sean Duffy, ha advertido que la situación podría empeorar si no se logra desbloquear el cierre del Gobierno antes del próximo martes, cuando se espera un nuevo pago para los controladores aéreos. Sin embargo, este pago no se realizará si el Gobierno sigue cerrado, lo que podría llevar a más controladores a ausentarse de sus puestos de trabajo.
La crisis en los aeropuertos es un reflejo de un problema más amplio que afecta a la infraestructura y los servicios públicos en Estados Unidos. La falta de acuerdo en el Senado para poner fin al cierre del Gobierno ha dejado a millones de ciudadanos en una situación precaria, y el impacto en el sector aéreo es solo una de las muchas consecuencias de esta crisis política.
A medida que los legisladores continúan buscando una solución, los pasajeros afectados deben estar preparados para enfrentar más incertidumbre en sus planes de viaje. Con la posibilidad de más cancelaciones y retrasos en el futuro cercano, es crucial que los viajeros se mantengan informados y consideren alternativas para sus desplazamientos. La situación actual subraya la importancia de una gestión eficaz y responsable de los recursos humanos en el sector del transporte aéreo, así como la necesidad de un Gobierno funcional que pueda abordar estos problemas de manera oportuna y efectiva.
