La reciente decisión del alcalde de Pamplona, Joseba Asiron, de retirar el nombre del arquitecto Víctor Eusa de una calle de la ciudad ha generado un intenso debate sobre la figura de este destacado profesional y su legado arquitectónico. Eusa, quien fue arquitecto municipal y dejó una huella imborrable en la ciudad, es recordado tanto por su contribución al desarrollo urbano como por su vinculación con el régimen franquista.
Nacido en 1894, Víctor Eusa Razquin se convirtió en un referente de la arquitectura en Navarra. Su carrera despegó en 1936, cuando fue nombrado arquitecto municipal de Pamplona. Durante su trayectoria, diseñó numerosos edificios emblemáticos que hoy son parte integral de la identidad de la ciudad. Entre sus obras más destacadas se encuentran la Casa de Misericordia, el Seminario Diocesano, y el Casino Eslava, entre otros.
La Casa de Misericordia, construida en 1927, es uno de los ejemplos más representativos de su estilo. Este edificio, que alberga a personas mayores y en situación de vulnerabilidad, refleja la preocupación social de Eusa y su compromiso con la comunidad. Por otro lado, el Seminario Diocesano, terminado en 1931, es considerado una de sus obras maestras y está catalogado con el máximo grado de protección por su valor arquitectónico.
Sin embargo, la figura de Eusa no está exenta de controversia. Su participación en la Junta Central Carlista de Navarra durante la Guerra Civil y su vinculación con el régimen franquista han llevado a cuestionar su legado. En un informe elaborado por el Instituto Navarro de la Memoria, se identificaron varios elementos de la ciudad que se consideran franquistas, entre ellos el nombre de Eusa en el callejero. Esta situación ha llevado al Ayuntamiento a tomar la decisión de sustituir su nombre por el de figuras más representativas de la cultura y la historia navarra, como la pelotari Natividad Bella y la alpinista Paquita Breto.
El cambio en el callejero ha suscitado reacciones diversas. Por un lado, hay quienes apoyan la decisión del alcalde, argumentando que es necesario resignificar el espacio público y reconocer a aquellos que han contribuido positivamente a la sociedad. Por otro lado, hay quienes defienden la importancia de preservar la memoria histórica, incluso cuando esta es compleja. La calidad arquitectónica de Eusa es indiscutible, y muchos consideran que su legado debería ser valorado independientemente de su contexto político.
A pesar de la controversia, el legado arquitectónico de Víctor Eusa sigue presente en Pamplona. Casi medio centenar de sus diseños están catalogados como edificios de interés relevante, lo que garantiza su protección y conservación. Entre ellos se encuentran no solo edificios públicos, sino también viviendas que forman parte del tejido urbano de la ciudad. La mayoría de sus obras se concentran en el Segundo Ensanche, pero también hay ejemplos significativos en el Casco Viejo y otras zonas de Pamplona.
Uno de los elementos más característicos de su obra, la barandilla con el escudo de Pamplona, también ha sido objeto de atención. Esta estructura, que se extiende a lo largo de tres kilómetros entre el parque de la Media Luna y la Cuesta de Beloso, ha sido incluida como elemento protegido por el actual equipo de gobierno. Esta decisión refleja un intento de equilibrar la valoración de la obra arquitectónica de Eusa con la necesidad de abordar su legado político.
El debate sobre la figura de Víctor Eusa pone de manifiesto la complejidad de la memoria histórica en España. La necesidad de resignificar espacios y nombres en el contexto actual es un tema recurrente en muchas ciudades del país. La decisión de retirar el nombre de Eusa de la calle en Buztintxuri es un paso más en este proceso, que busca reconocer y honrar a aquellos que han contribuido de manera positiva a la sociedad, al tiempo que se cuestiona el legado de figuras que, aunque talentosas, están vinculadas a regímenes opresivos.
En conclusión, la figura de Víctor Eusa es un reflejo de las tensiones entre la memoria histórica y la valoración del patrimonio arquitectónico. Su legado arquitectónico perdurará en Pamplona, pero su nombre en el callejero ya no será un recordatorio de su obra, sino un símbolo de un debate más amplio sobre cómo recordar y resignificar el pasado en el presente.