Estados Unidos se enfrenta a un alarmante resurgimiento de enfermedades infecciosas que se creían controladas, como el sarampión y la tuberculosis. Este fenómeno ha sido impulsado por la disminución de las tasas de vacunación en ciertos sectores de la población, exacerbado por la desinformación y la influencia de movimientos antivacunas. La situación actual plantea serias preocupaciones sobre el futuro de la salud pública en el país.
El sarampión, conocido por ser una de las enfermedades más contagiosas, ha visto un aumento significativo en su incidencia. En 2025, se han reportado más de 607 casos en 22 estados, con Texas como el epicentro del brote. Este aumento es el más alto desde 2019, cuando se registraron 1,274 casos. La disminución de la cobertura vacunal, especialmente en comunidades donde el movimiento antivacunas ha ganado fuerza, ha llevado a tasas de inmunización con la vacuna MMR (sarampión, paperas y rubéola) por debajo del 95% necesario para lograr la inmunidad colectiva. Esto ha dejado a miles de niños y adultos vulnerables a un virus que anteriormente se consideraba bajo control.
Las complicaciones asociadas al sarampión son graves, incluyendo neumonía, encefalitis e incluso la muerte. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), aproximadamente el 25% de los casos de sarampión requieren hospitalización. La propagación del virus ha comenzado a afectar a estados vecinos como Nuevo México y Oklahoma, donde también se han reportado casos relacionados.
Por otro lado, la tuberculosis, que históricamente se ha considerado un problema de salud en países en desarrollo, también está resurgiendo en Estados Unidos. En 2024, se registraron más de 10,300 casos de tuberculosis activa, lo que representa un aumento del 8% con respecto al año anterior y el nivel más alto desde 2011. Brotes específicos, como el de Kansas City, han sido particularmente preocupantes, con al menos 67 casos activos y dos muertes reportadas desde principios de 2024.
La tuberculosis se transmite a través de partículas bacterianas que se exhalan en espacios cerrados, lo que la hace especialmente peligrosa en comunidades con hacinamiento o mala ventilación. A diferencia del sarampión, Estados Unidos no utiliza ampliamente la vacuna BCG para prevenir la tuberculosis, sino que se basa en estrategias de detección y tratamiento. Sin embargo, el aumento de casos multidrogorresistentes (TB-MDR) es una señal de advertencia que requiere atención inmediata.
La crisis sanitaria actual se ve agravada por la falta de liderazgo en el ámbito de la salud pública. Robert F. Kennedy Jr., actual secretario del Departamento de Salud de Estados Unidos, ha expresado abiertamente su oposición a las vacunas, lo que ha contribuido a la desconfianza hacia la inmunización. Esta postura no solo socava las campañas de salud pública necesarias para contener brotes de enfermedades altamente contagiosas, sino que también pone en riesgo los logros históricos del país en el control de enfermedades infecciosas.
El resurgimiento del sarampión y la tuberculosis plantea serias preguntas sobre el futuro de la salud pública en Estados Unidos. Si no se revierte la tendencia hacia la disminución de las tasas de vacunación, el país podría enfrentar un aumento sostenido de enfermedades evitables que amenace no solo la vida de sus habitantes, sino también su economía y su posición como líder global en salud.
Además, la resistencia interna a la vacunación podría tener repercusiones en la comunidad internacional. Estados Unidos ha sido históricamente un modelo de éxito en la eliminación de enfermedades infecciosas, pero la erosión de estas políticas podría afectar su credibilidad en iniciativas globales de salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha emitido advertencias sobre la expansión de enfermedades evitables en regiones con baja cobertura vacunal, lo que coloca a Estados Unidos en una posición comprometida a nivel global.
A pesar de que el riesgo general para la población estadounidense sigue siendo bajo, los expertos subrayan la importancia de fortalecer las estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento para controlar la propagación de estas enfermedades. La salud pública en Estados Unidos se encuentra en un punto crítico, y es esencial que se tomen medidas efectivas para revertir esta preocupante tendencia.