La tragedia que sacudió Valencia en octubre de 2024 no solo dejó un saldo devastador de víctimas y daños materiales, sino que también reveló una profunda crisis de confianza en la ciencia y en las alertas meteorológicas. Este fenómeno no es aislado, sino que se inscribe en un contexto más amplio donde la desinformación y la desconfianza hacia los expertos han proliferado, afectando la respuesta ante emergencias climáticas. La burla y la intolerancia hacia las advertencias de los meteorólogos se han convertido en una constante en la sociedad española, donde la percepción de riesgo se ha visto distorsionada por intereses económicos y políticos.
La historia reciente de las alertas meteorológicas en España muestra un patrón preocupante. Antes de la tragedia de Valencia, la Comunidad de Madrid había experimentado un intento de comunicación de riesgo a través de alertas en teléfonos móviles, un esfuerzo que fue recibido con críticas por parte de sectores políticos que consideraron que era una intromisión del Estado en la vida de los ciudadanos. Este tipo de reacciones no solo deslegitiman la labor de los meteorólogos, sino que también crean un ambiente donde la prevención se ve como un obstáculo en lugar de una necesidad. La resistencia a aceptar la ciencia como fuente de información confiable ha sido alimentada por una cultura de la desconfianza que se ha ido arraigando en la sociedad.
### La Influencia del Liberalismo y el Turismo en la Gestión de Emergencias
La tragedia de Valencia no puede entenderse sin considerar el contexto político y económico que la rodea. La presión del sector turístico, que representa una parte significativa de la economía valenciana, ha llevado a una actitud de minimización de los riesgos asociados a fenómenos meteorológicos extremos. La búsqueda de maximizar los ingresos turísticos ha llevado a que las autoridades locales prioricen la llegada de visitantes sobre la seguridad de la población. Este enfoque se traduce en una falta de urgencia a la hora de emitir alertas que podrían afectar la afluencia de turistas.
El liberalismo castizo, que ha permeado en la política española, ha fomentado una narrativa que desconfía de las advertencias científicas. La idea de que las alertas meteorológicas pueden perjudicar el negocio hotelero ha llevado a una cultura de la negación, donde se prefiere ignorar los riesgos en lugar de actuar con responsabilidad. Esta dinámica se vio reflejada en la gestión de la dana en Valencia, donde la falta de una alerta generalizada se tradujo en una tragedia que pudo haberse evitado.
La designación de Nuria Montes, presidenta de la asociación hotelera Hosbec, como consejera de Turismo e Industria, es un claro ejemplo de cómo los intereses económicos pueden influir en la toma de decisiones en situaciones de emergencia. La modificación de la legislación urbanística para permitir la construcción de hoteles más cerca de la playa, en un contexto donde las alertas meteorológicas eran desestimadas, pone de manifiesto la falta de consideración por la seguridad pública en favor de intereses económicos.
### La Captura Política y la Desconfianza en la Ciencia
La tragedia de Valencia ha tenido repercusiones políticas significativas, evidenciando cómo la desconfianza en la ciencia ha sido capitalizada por partidos políticos como Vox. Este partido ha logrado posicionarse como un defensor de la desconfianza hacia las instituciones y la ciencia, aprovechando el malestar social generado por la tragedia. La captura del Partido Popular por parte de Vox en la Comunidad Valenciana es un reflejo de cómo la política puede manipular la percepción pública sobre la ciencia y la seguridad.
La narrativa de Vox, que se alimenta de la desconfianza hacia los expertos, ha encontrado un terreno fértil en un contexto donde la población se siente cada vez más desconectada de las instituciones. La estrategia de deslegitimar a los meteorólogos y a la ciencia en general ha permitido a Vox ganar terreno en las encuestas, convirtiéndose en un actor político relevante que se opone a las alertas y a las medidas preventivas.
El hecho de que Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, no haya dimitido tras la tragedia, a pesar de las críticas y el clamor popular, es un indicativo de cómo la política se ha visto atrapada en un ciclo de irresponsabilidad. La falta de acción y la minimización de la tragedia reflejan una cultura política que prioriza la supervivencia política sobre la responsabilidad cívica. La captura del PP por parte de Vox ha llevado a una situación donde las decisiones se toman en función de intereses partidistas, en lugar de basarse en la evidencia científica y en la protección de la ciudadanía.
La situación en Valencia es un microcosmos de un problema más amplio que afecta a muchas sociedades contemporáneas: la creciente desconfianza en la ciencia y en las instituciones. La tragedia de la dana no solo fue un desastre natural, sino también un fracaso en la comunicación de riesgos y en la gestión de emergencias, exacerbado por una cultura de la desconfianza que ha permeado en la sociedad. La necesidad de reconstruir la confianza en la ciencia y en las instituciones es más urgente que nunca, especialmente en un contexto donde los fenómenos climáticos extremos son cada vez más frecuentes y devastadores.
