En el contexto actual de la política española, el Tribunal Supremo ha emitido una advertencia significativa sobre la necesidad de mantener la contienda política dentro de los límites del debate democrático y no en los tribunales. Recientemente, el alto tribunal inadmitió una querella presentada por el PSOE contra Santiago Abascal, líder de Vox, por sus declaraciones en las que sugirió que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, debería ser colgado «de los pies». Esta decisión resalta la postura del Tribunal Supremo respecto a la libertad de expresión y el discurso político, incluso cuando este puede ser considerado como «inaceptable» o «descarnado».
La inadmisión de la querella se basa en la interpretación del Tribunal de que las palabras de Abascal, aunque provocativas, no alcanzan el umbral de un delito de odio. En su auto, el Tribunal Supremo argumenta que el rechazo expresado por Abascal hacia Sánchez y su gestión no satisface los criterios penales necesarios para considerar que su discurso pone en riesgo la convivencia pacífica o el estatus de ciudadanía de los miembros del Partido Socialista. Esta decisión se enmarca en un contexto más amplio, donde el Tribunal ha observado un aumento en las denuncias y querellas entre partidos políticos, lo que podría amenazar el pluralismo y la libertad de expresión en el debate político.
### La Protección del Discurso Político
El Tribunal Supremo ha subrayado que en una democracia avanzada, los discursos de confrontación entre fuerzas políticas, aunque puedan incluir expresiones extremas o incluso odiosas, son parte integral del debate público. La Sala de lo Penal del Tribunal argumenta que permitir que este tipo de querellas prosperen podría llevar a la exclusión de voces críticas y adversas del debate democrático, lo que sería incompatible con los principios del pluralismo político. La decisión del Tribunal se fundamenta en la idea de que la libertad de expresión debe ser protegida, incluso cuando las opiniones expresadas son profundamente adversas o provocativas.
Este enfoque del Tribunal Supremo refleja una tendencia más amplia en las democracias, donde se reconoce que el debate político puede ser áspero y polarizado, pero sigue siendo esencial para el funcionamiento de la democracia. La protección constitucional del discurso político, incluso en sus formas más extremas, es vista como un pilar fundamental que permite a los ciudadanos y a los representantes políticos expresar sus opiniones y críticas sin temor a represalias legales.
### Implicaciones para el Futuro del Debate Político
La decisión del Tribunal Supremo tiene importantes implicaciones para el futuro del debate político en España. En un momento en que la polarización política es evidente y las tensiones entre diferentes partidos están en aumento, la postura del Tribunal puede servir como un freno a la tendencia de utilizar el sistema judicial como un arma en la lucha política. Al reafirmar la importancia de la libertad de expresión, el Tribunal está enviando un mensaje claro de que las diferencias políticas deben resolverse a través del debate y no a través de querellas judiciales.
Además, esta decisión puede influir en cómo los políticos se expresan en el futuro. Si bien es probable que algunos continúen utilizando un lenguaje provocativo para movilizar a sus bases, la advertencia del Tribunal Supremo podría llevar a una mayor reflexión sobre las consecuencias de tales declaraciones. Los líderes políticos podrían verse obligados a considerar no solo la respuesta de sus oponentes, sino también el marco legal que rodea sus palabras.
En resumen, la inadmisión de la querella contra Abascal por parte del Tribunal Supremo no solo aborda un caso específico, sino que también establece un precedente importante sobre la libertad de expresión en el ámbito político. A medida que la política española continúa evolucionando, la protección del discurso político, incluso en sus formas más controvertidas, será crucial para mantener un debate democrático saludable y vibrante. La advertencia del Tribunal es un recordatorio de que, en una democracia, el intercambio de ideas y opiniones, por muy duras que sean, debe ser permitido y protegido.