La gestión de emergencias en España ha sido objeto de críticas y controversias, especialmente tras la devastadora dana que afectó a Valencia el 29 de octubre de 2024. Este evento catastrófico, que resultó en la pérdida de 228 vidas, puso de manifiesto las deficiencias en la coordinación entre las distintas administraciones, tanto a nivel central como autonómico. A pesar de los esfuerzos iniciales de colaboración, la situación ha evolucionado hacia un clima de reproches y desconfianza que ha complicado la respuesta a futuras crisis, como los recientes incendios forestales que asolan varias regiones del país.
La dana en Valencia fue un claro ejemplo de cómo la falta de preparación y la ineficacia en la gestión de emergencias pueden tener consecuencias trágicas. En los días posteriores a la catástrofe, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, agradeció la colaboración del Gobierno central, destacando la importancia de una respuesta coordinada. Sin embargo, esta buena voluntad inicial rápidamente se desvaneció, dando paso a una serie de acusaciones mutuas que han marcado la relación entre las administraciones.
Uno de los puntos más críticos en esta crisis ha sido la cuestión de las competencias. El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, recordó a los gobiernos autonómicos que son responsables de solicitar ayuda del Estado si se ven desbordados. Esta declaración resuena con las palabras del presidente Sánchez, quien en su momento expresó que no era necesario elevar el nivel de alerta ni retirar el mando de la crisis a Valencia. Esta falta de entendimiento sobre cuándo y cómo se debe activar la respuesta estatal ha generado confusión y frustración entre los ciudadanos, que esperan una respuesta efectiva ante situaciones de emergencia.
La situación se complica aún más cuando se observa que la falta de coordinación no solo se limita a la respuesta inmediata ante desastres, sino que también afecta el proceso de reconstrucción. Nueve meses después de la dana, los afectados y la sociedad civil valenciana siguen denunciando la descoordinación entre los organismos públicos implicados en la reconstrucción. La incapacidad para constituir una comisión mixta que evite duplicidades y agilice los trabajos necesarios ha sido un punto de crítica constante. Los ciudadanos se sienten atrapados en un ciclo de promesas incumplidas y falta de acción, mientras las administraciones continúan en un tira y afloja que solo retrasa la recuperación.
La situación actual en Valencia refleja un patrón preocupante que se repite en otras regiones de España, especialmente en el contexto de los incendios forestales que han devastado áreas en el oeste de la Península. La falta de cooperación entre los diferentes niveles de administración se ha vuelto evidente, y la incapacidad para trabajar juntos en la gestión de crisis pone en riesgo la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. La descentralización del Estado español, que en teoría debería permitir una gestión más cercana y efectiva, se convierte en un obstáculo cuando las administraciones no logran comunicarse y colaborar de manera efectiva.
En este contexto, es fundamental que se establezcan mecanismos claros de coordinación y comunicación entre las distintas administraciones. La creación de protocolos que definan las responsabilidades y los procedimientos a seguir en situaciones de emergencia podría ser un paso importante para evitar que se repitan los errores del pasado. Además, es esencial que se fomente una cultura de colaboración entre las administraciones, donde se priorice el bienestar de los ciudadanos por encima de los intereses políticos.
La gestión de emergencias y la reconstrucción tras desastres naturales son tareas complejas que requieren un enfoque integral y coordinado. La experiencia de la dana en Valencia y los incendios forestales actuales deben servir como lecciones para mejorar la preparación y respuesta ante futuras crisis. La ciudadanía merece un sistema de gestión de emergencias que funcione de manera eficiente y que garantice su seguridad y bienestar en momentos de crisis. Solo a través de un esfuerzo conjunto y una comunicación efectiva se podrá lograr una respuesta adecuada a las necesidades de la población y evitar que la historia se repita.